En el –cuarto oscuro-, uno de los espacios mágicos de mi casa, junto con la –habitación de retratar– y también mi –estudio– con vistas al horizonte (en realidad toda ella es mágica y me encanta porque en ella vivo y exprimo mi vida con toda la intensidad de que soy capaz), tomé unas notas, entre positivo y positivo, que ahora, días después, no sé muy bien qué significan. A saber: ¿Cuál es el sitio de los veteranos?; No quiero hablar con nadie de nada; Me mantengo del aíre; Pasarlo bien, sólo eso; Vivimos en el sueño de que importamos a alguien -y una mierda-; Hay que ser generoso con lo que se hace, con lo que estás comprometido; Me gustan los tamaños pequeños (y los grandes); Me noto el gesto crispado mientras espero que la imagen latente sobre el papel baritado, aparezca después de un minuto en el revelador, y no entiendo por qué; Combinar las sensaciones del positivo con las de la toma; Ayer, mi temporizador de ampliadora falló de vez en cuando, caprichosamente, sin ninguna razón que pudiera entender. Hoy no, en ningún momento de la mañana, y tampoco sé por qué. Tiene vida propia, como mi cámara, y por eso a veces se deprime y se cansa. Tomé más notas, pero no me apetece seguir transcribiéndolas.