PARA EMPEZAR: el diario de Julio lo terminé el último día de Junio y me hice un lío con el tiempo, de forma que tuve la descabellada certeza de que ya estábamos en Agosto. A ver si resulta que mi vida real transcurre en este diario y todo lo demás son meras suposiciones. Hablaré de otra cosa porque mi alarmante desorientación en el espacio y el tiempo no me parece nada interesante. La calurosa tarde del sábado dos de Julio, a las cuatro y media, partimos en dirección a la Capital. Tendría lugar el desfile anual del Orgullo Gay. Una vez más. Disquisición innecesaria, por obvia: la sexualidad es una opción individual e íntima, libre e incuestionable, afortunadamente asumida aquí y ahora por casi todo el mundo, por lo que el tradicional propósito reivindicativo ya no tiene mucho sentido. Sin embargo, sí lo tiene el hecho de juntarse festiva y provocativamente para compartir unas horas de risa y música, de exhibición y seducción, de desinhibición y diversión. Me encanta la puesta en escena lúdica y original de la fiesta y fotografiar personas vivas que, aparentemente al menos, tienen una relación positiva con su cuerpo. También, aparentemente, excitación vital y agudo sentido del placer, y eso es muy importante. El que sean gays, o lesbianas, o bisexuales, o transexuales, o incluso heterosexuales, o aficionados a la fiesta, o al sexo, o a las carnes trémulas y sudorosas, es lo de menos, lo importante es que están ahí, vivos y hedonistas hasta la extenuación. A las cinco y media comencé a fotografiar sin saber muy bien cómo quería hacerlo, salvo intentar buscar la textura más íntima de las personas que colocara en el visor…
1 AGOSTO 2011
© 2011 pepe fuentes