¡Opiniones cortas, por Dios, opiniones cortas! Smith. No me gustan las opiniones, ni las cortas, ni mucho menos las largas, aunque a veces opino; y esa es una de las pocas debilidades que me disgustan. Sí, eso también me pasa. Aunque a veces sí me gusto, sobre todo cuando reconozco lo poco que me gusto: –siempre encuentro razones para no caerme bien-. Por eso, cuando me tropiezo con alguien que denota el gusto por sí mismo, y si además carece de la inteligencia necesaria para hacer de esa grosería un gesto de supremo estilo, siento una desagradable arcada y unas irrefrenables ganas de salir corriendo, y cuando no lo hago (porque no tengo ganas), recurro a lo que tengo más a mano: el visible desprecio. Bien, dicho esto, lo que me apetece este mes en este diario es mostrar fotografías y no escribir, porque por algo se llama Diario Fotográfico. Los no avisados podrían pensar que lo que hago aquí, además de perorar y opinar continuamente (incoherencia fuera de control), es mostrar una fotografía realizada cada día, y no, no es así; el concepto diario consiste en el hecho de que vivo (más o menos) un día tras otro. Nada más. Lo de la fotografía es algo que realizo de vez en cuando y que solo decora mi vida, eso sí, en blanco y negro (cuestión de estilo). Arturo Ripstein (su cine es dolorosamente apasionante), dice sobre el blanco y negro: «es una fotografía veraz, porque la vida es para mí en blanco y negro». A mí me pasa lo mismo. Las fotografías de cada día sólo tendrán un título, conceptual, cómo no; aunque los conceptos me gusten tan poco como las opiniones. Es una cuestión de decencia (y espero que de inteligencia elemental, desprovista de estúpida vanidad). Hoy traigo a colación una fotografía naturalista o REALISTA…