¿Espero algo de dos mil doce? Nada. O más bien sí; la mayor fortuna posible: que la enfermedad y la muerte nos respete y se mantenga alejada de los míos. Lo demás da igual. No creo ser muy original con este propósito, es más, es una obviedad que no necesita ser enunciada. O sí, porque de tan evidente se olvida y es fácil perderse en absurdos laberintos, y no disfrutar de cada momento en el que la desgracia esté todavía lejos…
2 ENERO 2012
© 1982 pepe fuentes