…El tipo de la fotografía se parece mucho a mí antes y puede que fuera yo. Al de ahora, apenas, así que no sé. En caso de que seamos los mismos, he de decir que esta fotografía puede inducir a error, porque se podría pensar que es «naturista» o algo parecido, y no; nunca se me ha pasado por la cabeza serlo y siempre he sido de la opinión de que los cuerpos deben mantener sus secretos insinuados pero guardados. Y no es puritanismo y tampoco pudor, sino juego. Tampoco he sido nunca un exhibicionista, sencillamente porque nunca me he sentido en poder de nada que sea digno de ese alarde. Así que no sé…La razón de que aparezca esta fotografía hoy aquí, de un tipo que probablemente sea yo (entonces, ahora ya no soy el mismo), tiene que ver con lo que he dicho estos dos últimos días y lo que diré los siguientes; que no es otra cosa que sentir una inmensa satisfacción por tener todavía un cuerpo sano ávido de vida y placer. En caso de que el bañista sea yo, y aunque parezca que ese cuerpo no es nada en especial, puedo afirmar que no es así, porque, tanto tiempo después de esta fotografía, puedo asegurar (que no demostrar) que ha sido lo más importante que he tenido, porque me ha posibilitado gozar de él y con él. La clave creo que ha estribado en un poco de suerte, cuidarnos los dos y haber sabido superar desencuentros profundos. Ah, pero sigo sin tener claro si el tipo de la fotografía era yo entonces; no tengo pruebas, salvo que el negativo está en mi poder, junto con otros realizados aquella misma tarde de luz, agua, risa y deseo. Si me miro ahora, apenas si hay algo igual en ambos cuerpos, salvo una parte que no ha cambiado con el paso del tiempo. Aunque, pensándolo mejor, seguro que soy yo todavía porque, más allá de cualquier semejanza física, mirando la fotografía, siento la certeza de que el alma es la misma, la de ese tipo y yo, veinte años después.
3 ENERO 2012
© 1992 pepe fuentes