Seis de noviembre, martes. Me levanté, tomé café, y después, cómo no, al «estudio». Encendí el ordenador. Eran exactamente las siete y veintidós. La noche anterior pensé que pasaría la mañana en el laboratorio revelando negativos. Tengo dos grupos de veinte rollos, es decir, tarea para dos días. Deseché ese propósito nada más salir de la cama; porque sí. Decidí hacer otra cosa. Por el momento hago lo que me da la gana, salvo ciertas servidumbres domésticas de las que preferiría no ocuparme.Subiendo la escalera decidí dedicar el día a leer. Me incliné por un libro de un autor nuevo para mí: Pérdida, de Gudbergur Bergsson…
16 DICIEMBRE 2012
© 2007 pepe fuentes