Hoy se acaba este año. Ha sido un buen año para mí. No recuerdo haber estado enfermo en ningún momento. He trabajado mucho en fotografía (más que nunca). He atendido mis obligaciones sociales y domésticas. También he pagado escrupulosamente mis impuestos. No debo nada a nadie (salvo al banco, pero estoy al corriente de pago). Me he portado bien con los míos (al menos no me han dicho lo contrario). He atendido a las personas que han considerado oportuno contarme algo de su vida o de otras cosas. Siempre procuro escuchar atenta y consideradamente a los demás; aunque sea una delicada y educada costumbre que pocas veces se ve correspondida. En unas cuantas ocasiones, no muchas, pero sí suficientes, algunas personas me han mostrado deferencia e interés, y eso me ha gustado mucho y he procurado corresponderlas en la misma medida (como a todos, creo, me encanta sentirme considerado). En otros momentos, he notado desatención o que no agradaba a alguien, pero a esas personas y circunstancias las he obviado y han pasado inmediatamente al olvido. Supongo que eso les ha gustado. He asistido a los eventos a los que me han invitado (tres o cuatro, como mucho) y he sido amable y he prestado la máxima y deferente atención a los que han tenido a bien contar conmigo (también tres o cuatro, más o menos). Nadie me ha pedido favores, pero si lo hubieran hecho, habría intentado complacerles (si lo merecían, claro). No he esperado nada de nadie, aunque a veces he pedido algo (generalmente relacionado con la fotografía, retratos, por ejemplo) y he sido atendido amablemente, al menos por la mitad de esas personas; de la otra mitad, las que han sido desatentas, ya ni me acuerdo. Mi equilibrio con el mundo y sus habitantes se basa en la mínima interrelación posible; aunque eso no quiere decir que sea un misántropo, no, ni mucho menos; de hecho me gusta relacionarme y disfrutar con las personas que me gustan; pero eso sí, levemente. Ya no es tiempo de amistades profundas. De hecho, las antiguas están casi todas amortizadas. He procurado no hacer daño a nadie y creo haberlo logrado. A lo largo de este año he disfrutado tranquila y sencillamente de mi vida y mis cosas, aunque a veces me impaciente e irrite (sobre todo si no me salgo con la mía, que es lo que más me gusta), pero de eso sólo se entera Naty, que me perdona porque me quiere, según me dice. Me hacen muy feliz las palabras que dice en ocasiones a personas suspicaces: «a él sólo se le puede querer». Yo siento lo mismo hacia ella. Me ha cundido el tiempo gracias a mi estratégica e inevitable invisibilidad social. No me he sentido solo en ningún momento (se lo debo a Naty, la mujer de mi vida) ni me he aburrido ni un solo minuto del año, salvo cuando he tenido que aguantar a algún pesado sin sustancia (no soporto a los tontos y simples y sí a los sencillos que procuran dar lo mejor de sí mismos). Por si fuera poco, esta tonelada métrica de satisfacción: tengo la impresión de que soy un -buen tipo- y eso no me desagrada del todo; aunque preferiría ser algo más interesante. En resumen, el año dos mil doce no me ha pesado en absoluto y ha sido fabuloso, sobre todo por la ausencia de enfermedad y porque he disfrutado de las cosas que he hecho y, algunas veces, también, de placeres íntimos e incomunicables. Dicho queda.
P.S.: observando la foto de hoy, se me ocurre que quizá nada sea como parece o como uno cree que es. Dicho queda, también.
31 DICIEMBRE 2012
© 2012 pepe fuentes