…Las pequeñas poblaciones, que vienen de tan antiguo, solas en el campo vacío, han llegado con el orden de antes, con su morfología apenas cambiada, salvo para banalizarse sin alegría. Están estragadas de tanta angosta espiritualidad, de tantos abrumadores y estrictos preceptos, que las condena al silencio y la compostura. Caminé por sus calles solas lentamente, buscando formas, secretos, resonancias. Algo de vida que me interpelara y pudiera llevarme de vuelta. No lo conseguí. A mí, estas ciudades tan señaladas por el pasado, me resultan inaccesibles, difíciles, inconquistables. Las percibo frías, desapacibles, invivibles tal vez. Cuando ya me siento al borde del ahogo y la pesadumbre abandono el empeño. A medida que me alejo siento una frustrante extrañeza porque sospecho que el desencuentro tiene que ver con la negación de lo mismo, de lo indistinguible…