Sí, ya sé que ayer me puse transcendente. No me agrada del todo y cada día menos, pero que le voy a hacer si a veces aún me conmociono (lo digo por lo de la obra de teatro de la que hablé ayer). Pues nada, lo mejor que puedo hacer es escribirlo, para que así no se me olvide como fui, porque lo que me gustaría de verdad es cambiar de estilo y solo ser tranquilo e indolente. Adormecerme para así no sufrir. Indiferente a todo lo que pueda afectarme, dolerme o incluso rozarme. Ah, sería fabuloso. Por cierto, ahora me acuerdo que el otro día, en la barra de un bar, una mujer guapa y atractiva repitió varias veces «fabuloso» o quizá fue «fantástico», y el tipo que la acompañaba insistió en la palabra «dicotomía». -¡Oh! me dije, -con estas personas quizá merezca la pena tener una conversación donde nos intercambiemos palabras «estupendas» y, por ejemplo, yo espetarles «eufemismo» o «metáfora» y cosas así- (a mí me gusta mucho eso, hacerme el culto e interesante, como si supiera de cosas del espíritu y del vivir) y sí, fortuitamente, la conversación se produjo, pero resultó decepcionante, insulsa y sin apenas palabras «importantes». Lugares comunes, solo eso. Es que no, que no puede ser, que no me encuentro con gentes a quienes mostrar la profundidad e intensidad de mi mundo interior. Mejor la sencilla indiferencia.
2 MARZO 2014
© 2014 pepe fuentes