DIGRESIÓN CINCO: ese mismo martes, por la noche, «peliculita» de cine local (Vivir es fácil con los ojos cerrados). No veo nunca cine español, pero me dije, bueno venga va, haré una excepción. Me costó discutir un poco con Naty que no quería, naturalmente, porque tiene más criterio que yo, y todo fue porque me dio por razonar y no dejar que prevaleciera la experiencia. A saber, el hilo de mis fallidos razonamientos: había ganado el Goya a mejor película española de dos mil trece (se supone que es lo mejor que hemos sido capaces de hacer en cine en todo un año en este país); crítica aceptable de mi oráculo cinematográfico: Boyero (que a partir de ahora colocaré en observación); dirigida por David Trueba (mejor película, guión y dirección), un chico muy apañado, culto, informado y se supone que con sensibilidad y finura creativa y, por si fuera poco, formato de «roadmovie» que siempre me interesa. Aparentemente lo tenía todo para pasar una excelente hora y media. Bueno, pues no, salvo los paisajes de Almería, siempre fascinantes, la historia resultó de una simpleza descorazonadora, plagada de lugares comunes, personajes secundarios esperpénticos y hasta ridículos, situaciones previsibles, emociones azucaradas, personajes buenos, buenísimos, todos. Hueca, sin sustancia y hasta con algo de mensaje «buenista». Una muy «bonita» exaltación a la tontuna. Y ahora es cuando me pregunto, y especialmente después de comprobar por los títulos de crédito que en la financiación han participado estamentos públicos (dinerito de todos), de qué coño se quejan los adalides de la cultura patria que se arrogan el derecho de la representación cultural (la cultura somos nosotros, dicen insistentemente) y exigen una financiación sin fin, si solo llegan hasta aquí. ¡Qué espanto, qué flojito todo, por Dios!
31 MARZO 2014
© 1987 pepe fuentes