…Cada día desconozco a más gente y encima los pocos que me quedan no tienen perro, salvo uno, que tiene una perra. Enrique cuenta que por la mañana está exultante y al atardecer cae en un desanimo melancólico y tristón, desvitalizado. A mí la alegría solo me dura una hora por la mañana, exactamente de siete a ocho, cuando escribo estas cosas, y luego nada, que me apago y tengo que dejarlo. Ayer jueves, por la tarde, cuando leía a Enrique en Kassel, de pronto, me pregunté: vamos a ver pepe, con quién has hablado esta semana, salvo con Naty? Me contesté: con nadie. Y con cuantas personas tienes previsto hablar en los próximos días? También me contesté a eso: con nadie. Últimamente estoy pensando seriamente en hacerme con un perro para confiarle mis inquietudes y desasosiegos, aunque no sé, porque podría provocarle la enajenación o la necesidad de escapar hacia la nada. Como dice Enrique, será que camino inexorablemente hacia nada: «…y terminé por preguntarles a mis dos alegres acompañantes cómo interpretarían que un hombre de cierta edad mostrara de repente su afán por irse -hacia nada-» E.V.M.
7 ABRIL 2014
© 2006 pepe fuentes