…No, no estoy defendiendo una muestra de los forzudos del pueblo, sencillamente porque sería una desoladora muestra casposa y provinciana, pero sí que el asunto merece una reflexión, al menos en mi caso y vaya por delante que no tengo ningún interés en contribuir en nada que tenga que ver con esta señora tan oscura y cadavérica. No obstante, no soy tan imbécil como para no saber de mi inconmensurable vanidad y necesidad de reconocimiento por lo que, si los jefes de todo eso me hubieran llamado (ni siquiera saben que existo, luego es un imposible) me habrían llevado, sin duda, a sentirme muy feliz. Es la naturaleza humana, a la que no soy ajeno, por supuesto. Pero no, tampoco me duele que sean así las cosas. Como decía al principio de este escrito, solo quiero hacer una reflexión en la que me tendrán que acompañar algunos de los interesantes fotógrafos, conocidos y amigos, que han aparecido en este diario en ocasiones y que han trabajado mucho la ciudad, y es la siguiente: si llevamos años y años fotografiando aquí, si hemos empleado miles de horas en el empeño, si hemos reflexionado y buscado las mejores opciones, si la ciudad nos ha hecho sufrir y disfrutar con una cámara en el fondo del iris, del alma; si nos hemos acercado de noche y de día, con calor y frío, con agua, nieve, nubes, aire y sobre todo con sueños; cómo es posible que después de todo eso, llegue un tipo americano (lo digo por la lejanía cultural) y en una solo día consiga lo que nosotros, obviamente, no debemos haber conseguido en décadas. Si pudiera hacerse una comparativa objetiva de inteligencia y talento fotográfico (tipo simple regla de tres), mis amigos y conocidos y yo, estaríamos a una distancia semejante a la que pueda haber entre la «protobacteria» y el fotógrafo-artista americano y muy evolucionado (la protobacteria soy yo, mis amigos seguramente no, naturalmente). Pues qué bien, qué bonito todo…
16 ABRIL 2014
© 1984 pepe fuentes