…Di por terminada la estancia en Alarcón e inicié el regreso. Eran las tres y media, más o menos. Me encaminé a Uclés, el huidizo enclave de la ida. Subí al recinto del monasterio y me impresionó la obra, la solidez y austeridad de la construcción, pero no voy a hacer una descripción del estilo arquitectónico (del plateresco al barroco tardío y fases intermedias). No van por ahí lo tiros. Ni por ningún otro lado. Decidí, con los últimos cinco euros que tenía en el bolsillo, tomarme un refresco y visitar el monasterio (un euro el refresco y cuatro la entrada). Me quedé sin dinero, pero me sentía contento. Con una audio guía y con la cámara sin trípode, cargada con película rápida recorrí el patio, la iglesia, el refectorio, la escalera y la sacristía. Magnífico todo lo que vi, no ya porque lo fuera, que sí, sino porque me sentía satisfecho con el día que estaba pasando. Fotografié un poco. Nadie me dijo nada y yo tampoco busqué a nadie para hablar de nada. El Monasterio me trajo a la memoria a Jorge Manrique que allí está enterrado (y ahora es cuando suelo incluir una cita o en este caso versos del magnífico poeta guerrero al que me refiero, pero no, no la haré porque no quiero ser tan previsible como siempre). Había algunas excursiones de jóvenes estudiantes, niños casi. Me sentí a gusto en ese lugar…
19 MAYO 2014
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