20 MAYO 2014

…Después del interior, el exterior. Rodeé el edificio en una dirección y me acerqué a por el trípode. Volví a rodearlo en sentido contrario e hice varias fotografías descriptivas pero con pretensiones artísticas, cómo no. Con la cámara no puedo evitar enfatizar. Y además está lo de la edad (la mía, provecta ya), que lamentablemente incita a caer en los subrayados. Llovió un poco, lo que ralentizó mi marcha. Un tipo venía detrás de mí. Cuando pasó a mi lado me preguntó ¿qué tal las fotografías? Bien, le contesté, sin más. No tuve ganas de hablar con él. No hay como llevar una cámara grande para representar el papel de fotógrafo, y si además llevas un trípode, te conviertes en una obviedad que a alguna gente le da por comentar. En fin, me habían dado las siete en Uclés, el cielo amenazaba tormenta, y a mí no se me ocurría nada más que fotografiar; bueno, no exactamente, porque pensé en algunas imágenes que en ese momento no me apetecía hacer. Quizá vuelva. Inicié el regreso sin prisa, llegué a mi casa a las ocho y media después de cuatrocientos kilómetros. Un día estupendo, desde luego que sí.