…En la plaza, me senté en un banco, hice una o dos fotografías, desganado, y, súbitamente, me apagué, me quedé en suspenso, pendiendo de la nada, sin ideas, deseo de fotografiar y por supuesto de permanecer en la ciudad. Nada de lo que pudiera ocurrir en ese momento me interesaba en absoluto; es más, me pregunté qué coño hacia allí. No me contesté, porque a pesar de que suelo tratarme con indulgencia, en ese preciso instante puede que la respuesta hasta me hubiera ofendido. A las once estaba en mi casa, con el firme propósito de no volver en mucho tiempo a la ciudad, al menos con la cámara. Quizá no vuelva nunca con ella, a no ser que me contraten para una magna exposición, como a uno de los «trece fotógrafos de prestigio internacional» (exprés). Sería una buena noticia para mi espíritu indiferente y descreído porque al menos podría –envejecer activamente- (como el fotógrafo gallego) pero, en vez de visitar Pontevedra con colegas de envejecimiento, me enfrascaría en un célebre y transcendente encargo, nada menos…
28 JUNIO 2014
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