DIGRESIÓN DOS: trece de mayo (por la noche). Después de unas noches de películas flojas, malas más bien, una muy buena, espléndida, sin duda: Píe de página (2011). Israel. Dirigida por Joseph Cedar. Una historia poderosa y grave donde se cuenta la rivalidad profesional de un padre y un hijo, profesores investigadores ambos de la cultura religiosa judía, tan pesada y asfixiante (me parece). «Qué podemos aprender de las civilizaciones que han fermentado demasiado si no es a morir?» E. Cioran. Pero eso es el armazón, el pretexto, creo, porque para mí, lo que hay detrás de esas importantes eventualidades personales de los protagonistas (espléndidos los actores en sus interpretaciones) son tristes vidas alentadas por la obsesión y la insania. Qué hay al final de sus caminos atormentados, especialmente el del padre: nada, solo tristeza y olvido. Se puede perseguir una quimera toda una vida, desde el principio hasta el final; desde la fuerza física de la juventud hasta la introversión y el desfallecimiento de la vejez, pero riendo y pecando de vez en cuando. Relativizando y bailando con la vida, trayendo las carnes trémulas y anhelantes que todos llevamos por dentro y por fuera a un primer plano. Me parece. Ellos no, al menos no lo parecía, supongo que porque eran judíos serios y observantes de todo lo suyo. Qué tristeza, qué desaliño, qué inelegancia, qué estúpidas obcecaciones infelices, condenadas al fracaso, por supuesto, qué falta de finura existencial. Inevitablemente, todos los personajes que se mueven en ese ominoso entorno familiar son sombras tristes en tétricos escenarios donde solo hay libros (menos mal). Solo hay un gesto de restallante rebeldía y lucha en el hijo, cuando no tiene más remedio, aunque, paradójicamente, podría ser impostado, por ineludible. El apabullante acierto de la película es hacer creíble, infecciosa e indeseable la obsesión, los titánicos esfuerzos, la ambición, la obsesiva (im)perfección, la cobardía, el egoísmo y el absurdo. Y también, cómo no, las convenciones de éxitos y reconocimientos que solo importan a los de la secta que toque. Es una historia donde el éxito a través del rigor y el trabajo agotador se convierte en un inconmensurable acto fallido. Muestra una grave y solemne equivocación existencial, o no; pero de cualquier forma una soberbia película de un tipo (Joseph Cedar) al que no conocía de ninguna otra.
2 JULIO 2014
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