…Veintidós de Julio, martes: por la mañana me acerqué al río, al otro lado de la ciudad, por donde ya se marcha para no volver. Un camino estrecho sigue la orilla y por el pasan a todo correr gentes extrañas, de todas las edades aunque predominan los viejos. Todos corriendo. Van sofocados y ciegos y estorban. Yo también entorpecía el paso de los absurdos y desfasados atletas porque en un pasadizo estrecho me aposté con mi cámara grande montada en mi nuevo trípode con el que estoy contentísimo, es bonito y sólido (el anterior lo he tenido veinte años y ya tenía holguras). Estuve algo más de una hora fotografiando heteróclitos e inesperados objetos que el azar había colocado ahí, flotando en el río. Peces enormes de vez en cuando se movían y provocaban turbulencias en la textura de suciedad que se había remansado en esa zona de agua. Me sentí cansado pronto. Cuando me harté de fotografiar y de tener que recoger mi trípode para que pasaran los moribundos atletas al borde de la descalificación final me largué de allí arrastrando mi pesada maleta, mis pies y mi ánimo. ¡Vaya absurda mañanita!
14 AGOSTO 2014
© pepe fuentes