DIGRESIÓN DOS: dos de septiembre. No supe si había visto antes Secretos y Mentiras (1996) de Mike Leigh (Palma de Oro Festival de Cannes de 1996). No he sido en ningún momento un especial seguidor de este director, es más, apenas si sabía de su filmografía, aunque sí de su existencia. Obviamente, esta circunstancia no dice mucho de mí como incansable espectador de cine. La película cuenta la historia extraordinaria de una familia que se agita, como casi todas, debajo de montañas de secretos y mentiras. Aunque el núcleo de la trama sea extraordinario, los personajes son gentes normales que llevan como pueden sus corrientes vidas urbanas. Lo que hace a esta película singular y espléndida, vibrante y convulsa, es que Mike Leigh muestra creíblemente unos personajes desbordados de prejuicios y temores que son capaces, sin embargo, de luchar denodadamente para no ahogarse y llegar a la otra orilla sin demasiado daño. Actores y director consiguen contarla de un modo verosímil y comunicable hasta el ahogo. La actuación de la protagonista, Brenda Blethyn, es insuperable, plena de fuerza y matices. Al parecer, Leigh, les permitió una gran libertad para incorporar matices y diálogos a sus personajes. Hay un momento en el que a lo largo de ocho minutos la cámara mantiene un plano medio, estático, directo e inapelable, frente a las dos protagonistas, y ambas sostienen la situación de una fuerza dramática insoportable, ininterrumpidamente, sin moverse de sus sillas. Magistral. Ah, y un par de cosas más, sin piedad ni indulgencia: es imposible la vida perfecta, no hay ni la más remota posibilidad de que exista y, la «moral» convencional de inspiración católica (también la de todas las demás religiones que en el mundo son), es una estúpida aberración que aboca a la destrucción de los seres y de la vida. Nada más.
4 OCTUBRE 2014
© 2009 pepe fuentes