24 OCTUBRE 2014

© 2014 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2014
Localizacion
Toledo, (España)
Soporte de imagen
-120 MM- ILFORD DELTA 3200
Fecha de diario
2014-10-24
Referencia
7265

HISTORIAS DE UN HOMBRE SIN HISTORIA I:
Martes, treinta de Septiembre: me estoy quedando sin contenido y sin aliento. Ayer, a media mañana, aburrido como estaba, sin ganas, decidí cargar con la vieja máquina grande e irme al río, por Nada, porque sí, porque no tenía ni se me ocurría Nada qué hacer. Ella, la máquina, pesaba mucho y yo no tenía ganas ni de caminar ni de Nada. No, no estoy deprimido aunque a veces pienso que sí, que lo estoy. No sé. Solo es que no tengo ganas, tal vez, pero no sé dónde se encuentra el límite de una cosa y otra. Depende cómo o quién lo mire, como todo. Qué esperaba encontrar en el río, dos cosas: caballos desganados, como yo (grandes y pequeños) y caracoles blancos (solo grandes). En la pandilla de los caballos también alternan dos burras (una grande y una pequeña). Los caballos y los caballitos y la burra y la burrita no habían ido (normalmente no solemos fallar, ni ellos, ni yo, nos vemos a diario, aunque todavía no nos tenemos confianza). Por si fuera poca la contrariedad, los caracoles que vi no me parecieron interesantes, por pardos tirando a oscuros: pretendo realizar un «ensayo» fotográfico sobre el paso del tiempo y los caracoles (y sobre la lentísima Nada de esas extrañas criaturas) ¡manda huevos! Con esos propósitos no me extraña que el éxito se aleje de mí como de un apestado. –Estás perdiendo la cabeza-, me digo, –pero no me hago caso-. Volví a mi casa muy cansado porque pesaba mucho la dichosa máquina de fotografiar caballos ausentes y parsimoniosos caracoles (o vertiginosos, depende de cómo se mire, si desde el lado de los caracoles o del de los caballos). Solo hice dos fotografías; una, ésta (que no está mal) y otra, redundante y prescindible que ni siquiera he conservado. Di por terminada cualquier actividad que supusiera mover un músculo (estaba cansado, o quizá solo aburrido, o sin ganas), eran las doce y cuarto y lo único que podía hacer era leer y luego comer y luego leer y luego tomar un té y luego seguir leyendo y así hasta que se me hiciera de noche. Eso hice: Nada; porque en el anónimo y callado encuentro entre el escritor (en este caso Javier Marías) y el lector (yo, sin ir más lejos), el que hace es el escritor y el lector, tumbado, sólo se ocupa de ver qué tal le ha salido la cosa al escritor. De esta última novela de Javier Marías todavía no puedo opinar porque acabo de empezarla, pero no pinta bien, comienzo a sospechar. Eso fue lo que pasó, exactamente eso, Nada, y nada más. ¡Qué talento y eficacia me asiste a la hora de no hacer absolutamente Nada!…

Pepe Fuentes ·