HISTORIAS DE UN HOMBRE SIN HISTORIA. Universo gasterópodo III:
Decidí volver a mi casa, frustrado eso sí, porque mi anhelada pequeña historia que disimularía un poquito mi cojera vital, mi banalidad cotidiana, se estaba diluyendo por unos elusivos e insignificantes caracoles. Una lástima, me lamentaba, porque lo tenía todo preparado en la habitación de fotografiar: el equipo y los marcos o escenarios para los aparentemente indolentes gasterópodos, pero no los tenía a ellos, y los que venden en el «Super» no me servían porque están muertos y además son de comer. Necesitaba que se movieran. Creí, decepcionado, que era algo tarde ya (las dos y media) y que sería mejor aplazarlo al día siguiente. -Temprano, los caracoles saldrían a darse una vuelta y ese sería el momento de pillar algunos-pensé-. No me rindo así como así. Salí del camino –de ir y volver– y enfilé hacia mi casa. Más adelante, en los setos del paseo, vi uno, me animé y entre las hierbas localicé unos cuantos más. Cuando tuve en torno a veinte volví a mi casa ilusionado, tan contento (me conformo con poca cosa). Por fin tenía mis protagonistas para la -historia sin historia- del catorce de octubre, con la que pretendía tapar el tan conocido agujero que se había abierto a mis pies por la mañana, muy temprano. Comí una ensalada que me preparé deprisa y a las tres y media me puse a la faena artística y gasterópoda…
27 NOVIEMBRE 2014
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