26 NOVIEMBRE 2014

HISTORIAS DE UN HOMBRE SIN HISTORIA. Universo gasterópodo II:
Cuando regresé a mi casa de caminar por la ruta del -ir y volver-, una hora después, decidí preparar lo necesario: soportes de soportar caracoles (estéticos, cómo no), iluminación y algo que se pareciera a un guion atropellado e ignorante para gasterópodos porque nada sabía de cómo se comportan tan ínfimos, curiosos y húmedos seres vivos. Después de cuatro horas de intensa preparación decidí que para empezar la sesión era suficiente. Aparentemente, lo tenía todo: iluminación, soportes, película adecuada, la máquina de fotografiar personas, animales y cosas (y caracoles) en el trípode. Y ganas. Quizá, si seguía con esas atribuladas maniobras, conseguiría imaginar que había salvado el día de la insignificancia. A estas alturas me faltaba lo más importante: los gasterópodos, protagonistas absolutos de mis propósitos. Por la mañana observé que había algunos en los márgenes de la senda de –ir y volver-, así que cogí una bolsa de plástico y me fui a recoger unos cuantos, previa elección, naturalmente. No dudaba que  encontraría algunos, muchos, incluso. Nada de eso, después de casi un kilómetro no vi ninguno. Me temí lo peor, que ya se habían retirado a descansar, a invernar, o que se habían muerto; o que se los habían comido los malos de su vida, o que se los había llevado alguien con ganas de cocinarlos, o tal vez fotografiarlos (bueno eso lo dudé un poco, sencillamente, porque a nadie se le ocurren rarezas tan tontas como a mí, seguro)…