…Cuando me levanto por la mañana, sin propósito, o más bien sin deseo, el día se me viene encima sombrío, tenebroso. Ahora me está costando mucho enfrentarme al «cuarto oscuro». Me falta el propósito: demasiadas peguntas…siempre, una vez y otra: ¿para qué? No encuentro respuesta a esa pregunta y entonces la tarea se hace insufrible. Cada día que me adentro en el penumbroso cuarto acabo agotado, desfondado, y lo que queda de día lo paso postrado, roto. La empinada ascensión por la mañana es insoportablemente fatigosa. Comienzo a las siete de la mañana sin ganas y a las once el esfuerzo ya me ha roto la voluntad. La cabeza comienza a dolerme ligeramente y el cuerpo me pesa intolerablemente. Cualquier persona medianamente inteligente pasaría del afán, sencillamente porque no hay necesidad de sufrir sin propósito, por nada. Pero…queridos amigos, de inteligencia voy corto.
9 FEBRERO 2015
© 2014 pepe fuentes