11 MARZO 2015

© 2004 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2004
Localizacion
Toledo (España)
Soporte de copias
ILFORD MULTIGRADO BARITADO
Viraje
SELENIO
Tamaño
28 x 35 cm
Copiado máximo en soporte baritado
2
Fecha de diario
2015-03-11
Referencia
500

DIGRESIÓN UNA: Magical Girl. Carlos Vermut (2014). El mundo del cine, la opinión pública especializada, y los gustos particulares también (la prueba es el éxito de taquilla de ocho apellidos vascos), están entusiasmados con el monumental estallido de calidad e interés que han tenido las creaciones patrias en dos mil catorce, según se oye por doquier. Pues qué bien. Para empezar, a mí, la única que me gustado mucho es la película de Vermut; las otras, triunfadoras de los Goyas, aunque ambiciosas y estimables, por entretenidas, bordean peligrosamente la falaz confusión (gato por liebre). A gran altura está Magical (no ha tenido Goyas importantes, salvo el de Bárbara Lennie) que vuela muy alto, tanto que deja a todas las demás a un tamaño liliputiense. La película: cinco personajes, solo cinco y una aparición breve y circunstancial de dos o tres personajes más, secundarios, pero que están confeccionados con los mismos terribles y desoladores patrones que los demás. Nadie ríe, ni siquiera sonríe, porque nada de lo que sucede tiene maldita gracia, sencillamente porque la vida ni es bella, ni maravillosa, ni colorista; los pájaros no cantan, llueve a cantaros, anochece pronto y el lóbrego frío existencial no acaba nunca. Los personajes, atrapados en un ceremonial aciago, en un escenario callado y oscuro, parecen actuar por funestos impulsos controlados por una fuerza misteriosa que les hace entrechocar sordamente unos con otros. Sus hondos y desdichados silencios son de un dramatismo sobrecogedor, por auténticos y creíbles. No todo es desolación porque en esta terrible historia de fatalismos desesperanzados hay fulgurantes y luminosos destellos de piedad, de inmensa generosidad. La película tiene un guión sobrio y perfecto, inmerso en sombras, sueños y aciagos destinos, que conmueve con su inexorabilidad misteriosa y precisa, soberbiamente dirigida e interpretada. El ritmo de la narración es, sencillamente, perfecto. Y las interpretaciones: qué se podría decir de la niña (Lucía Pollan), o de Pepe Sacristán (quizá la mejor interpretación en la que le he visto nunca) y de Luis Bermejo o Bárbara Lennie, que no sea expresar la más embobada admiración y agradecimiento por sus composiciones. Y ahora un comentario terriblemente tópico pero que no me resisto a hacer: esta película esconde en sus entrañas el alma del mejor Buñuel. Luis Martínez (El Mundo) se refiere acertadamente a lo que decía en San Sebastián Bille August: que si tuviera que destacar una característica del cine de su maestro Bergman sería «su capacidad para mezclar en la misma escena la realidad y el sueño». Así es esta memorable película.    

Pepe Fuentes ·