Y FUIMOS DE EXCURSIÓN, a madrid…
«…por el monte las sardinas, tralarí,
por el monte las sardinas, tralará,…
por el monte las sardinas,
Tralarí, tralará»…
…Vuelvo a mi experiencia en Arco, el veintiocho de febrero. Apenas puedo contar nada sobre el género expuesto porque nada vi sin la intermediación de mis viejas cámaras. Todo lo vieron ellas. No analizaba nada porque solo fotografiaba y porque no me sentía interpelado. Ingenuamente, siempre he pensado que una obra de creación debería tener una fuerza expresiva en una longitud de onda que llegue y toque mágicamente alguna fibra sensible de los que la reciben, alguno de sus sentidos. O, también, que su alcance sugiera o diga algo sobre el hecho de vivir o morir, tal vez. Claro que eso siempre será subjetivo, pero bueno, siempre son de agradecer las buenas intenciones. Sin embargo, casi todas las creaciones que habían colocado en el escaparate sugerían tesis, conceptos pretendidamente filosóficos, tal vez, pero sin sutileza ni belleza. No obstante, entiendo que no conviene establecer una simplista asociación entre arte y belleza; pero tampoco entre arte y fealdad, que tanto proliferaba. Tenía la impresión de que no podía comprender lo que allí se representaba, probablemente porque estoy infectado de estúpidos y anticuados prejuicios. Me encontraba en un lugar, en una muestra, en la que funcionaban valores y realidades inaprensibles para un turista, para un dominguero: para empezar, Arte es un nombre de naturaleza ambigua e indefinible, sobre todo desde que las fronteras del oficio se han diluido en aras de la creación sin límites y el artista se ha erigido en hacedor todopoderoso. Claro, como las arcadias no existen, alguien tenía que aparecer a ordenar el caos y ese omnímodo comisario no ha sido otro que el mercado y sus implacables leyes. «Lo que triunfa ahora es el arte para el mercado» Lipovetsky y Serroy…
«Tralarí, tralará»…
15 MARZO 2015
© 2015 pepe fuentes