5 ABRIL 2015

© 2006 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2006
Localizacion
San Francisco (EE.UU.)
Copiado máximo en soporte baritado
2
Fecha de diario
2015-04-05
Referencia
2151

DIGRESIÓN DOS: Madre e hijo (Rumanía, 2013), Coescrita y dirigida por Calin Peter Netzer. Intérpretes: Luminita Gheorghiu, Bogdan Dumitrache. Al parecer, se dice, que no hay película rumana mala. Doy fe, porque todas las que puedo recordar me han parecido espléndidas. Cuando veo teatro o cine o leo algún libro que me ha gustado escribo y luego olvido. Si no escribo, olvido antes. El problema con esta película, que me gustó muchísimo, es que escribí una referencia para el diario y a continuación olvidé y después perdí el texto (lo conté en días pasados). Ahora, unos días después, solo me acuerdo vagamente de lo que escribí, y de la película apenas. Pero intentaré volver a escribir porque la película lo merecía. Veamos: un hecho desgraciadamente fortuito (o no tanto); la muerte de un chico de catorce años por atropello de un joven de treinta y dos. El involuntario homicida es un hombre atribulado, acobardado, dañado. De una fragilidad extrema. Detrás, nada menos que a lo largo de treinta y dos años de su vida, una mujer fuerte (aparentemente), su madre. El padre no cuenta, es igualmente débil, y eso también es una desgracia para el chico. El arrasador y asfixiante drama, del que el fortuito atropello solo es un pretexto, aunque brillantemente planteado y resuelto, me ocasionó un desasosegante malestar en muchos momentos. La presión constante, obsesiva, enfermiza, de la madre sobre el hijo. No atiende a las mejores razones posibles, que no son otras que debe vivir su propia vida y su hijo la suya. Nada de mezclas y lastimosas dependencias. Ella confiesa algo, en un dramático momento, que me produjo un escalofrío: «…los padres nos realizamos a través de los hijos…» Y  lo dice sin sombra de duda, como una fanática enloquecida por la sinrazón. Es una mujer que pertenece a la clase media alta rumana, profesional de prestigio, pero que chapotea agónicamente en las miasmas de su vacío y en el que genera ese funesto artilugio social, potencialmente tóxico, llamado Familia. Las interpretaciones brillan con fuerza, especialmente la de Luminita, la madre, que ofrece un recital de autenticidad dramática que abruma e incómoda por creíble. El ritmo narrativo, «in crescendo» siempre. Los diálogos impecables. Espléndida película, sin duda. Mi Gran Oráculo Cinematográfico, Carlos Boyero, del que últimamente me voy alejando (aunque me sigue cayendo estupendamente) porque no coincido con él en casi nada (tendré que cambiarle por otro, cuando encuentre a alguien apropiado), despachó la película con un comentario plano y tacaño: «…también habla de la tortuosa relación entre una madre absorbente y un hijo con sentido de culpa (…) este retrato materno filial está aceptablemente descrito». 

Pepe Fuentes ·