6 ABRIL 2015

Conté hace tres días el funesto accidente «informático» que me ha supuesto la pérdida de algunos textos para este diario. Uno de ellos, del que apenas recuerdo nada, trataba de una crítica literaria sobre una especie de dietario de Enrique Lynch, Nubarrones, que me había llamado la atención. Solo recuerdo que escribí a propósito del contenido y estilo que al parecer tiene la obra de este autor, al que no he leído nunca salvo en artículos de prensa. Moreno Claros escribe sobre Lynch y su obra y de paso trae oportunamente a colación una recomendación Canettiana: «De joven, Lynch tomó el consejo de Elias Canetti: escribir algo cada día. Con semejante disciplina se pulen las ideas y la prosa». Sí, eso es precisamente lo que me llamó la atención de esta reseña: la conexión con mi propósito de referenciarme diariamente con palabras e imágenes; aunque solo sean ejercicios domésticos sin importancia.