DIGRESIÓN CUATRO: Salvator Rosa o el artista, de Francisco Nieva. Interpretada por Nancho Novo, Sergio Reques, Sara Sánchez, Ángeles Martín y algunos más. Dirigida por Guillermo Heras. Teatro María Guerrero, Madrid, claro. La vimos un día de Marzo, no recuerdo cual. Ya apenas si hay ocasión de ver teatro de Nieva. Me gusta mucho su sentido teatral barroco, intenso, imaginativo y plagado de cargas de profundidad o minas, como se prefiera. Nieva es diferente a todos los autores de los que tengo noticias. Recuerdo que vi alguna de sus obras en los años setenta y en ese tiempo era un autor excesivo para mí. No conseguí entrar en su mundo. Tenía muchas ganas de reencontrarme con su teatro. Compré sus memorias cuando se editaron, pero no las he leído todavía (ahora las tengo a mano, ya veremos en qué queda el deseo de hacerlo). En su teatro, Nieva ofrece espacios de encuentro entre edades culturales, que combina con audacia, originalidad y sabiduría. Sabe muy bien que todo está interconectado, que no es posible entender una cierta modernidad sin conocer de dónde procede; que no es posible hacer vanguardia sin tener noticias del barroco o de los ismos, de hace ya un siglo, por ejemplo. Todo crece a borbotones en él. Es un gusto disfrutar de su manera de concebir el hecho teatral, de sus barrocas escenificaciones y sus torrenciales palabras. Y de su fino y culto sentido del humor. Disfrutamos mucho de la obra: fresca, sensual, vital; ágil en la recreación de hechos históricos y en la interrelación de referentes culturales. Estupendamente interpretada, con un solo fallo de casting difícilmente explicable (Gezabel la hija del judío, era mayor que su padre y se notaba). Guillermo Heras, el director, hace un buen trabajo de interpretación del mundo del autor. Curiosamente, a pesar de que Nieva la considera una obra capital en su repertorio, no hace mención de ella en sus memorias, al menos que haya visto. En la presentación, Nieva escribe: «El Arte termina por ser el vencedor de la existencia, el gran fabulador, que crea sueños fantásticos y divertidos, amorales y, paradójicamente, ejemplares (…). Las revoluciones del Arte son siempre preferibles a las revoluciones reales». Por supuesto; las otras, las políticas y sociales, siempre acaban muy mal, en decepción, porque siempre tienen que ver con la simple, infinita e insaciable ansia de poder sin imaginación y ni tan siquiera perversidad; solo rebosantes de ramplones y vulgares egoísmos. Como propósito de lectura de sus memorias, incluiré un breve retazo de un elogio al teatro que incluye a modo de presentación:
…El teatro es tentación siempre renovada,
cántico, lloro, arrepentimiento, complacencia y martirio.
Es el único cercado orgiástico y sin evasión;
es el otro mundo, la otra vida, el más allá de nuestra conciencia.
Es medicina secreta, hechicería, alquimia del espíritu,
fabuloso furor sin tregua.
Francisco Nieva
20 ABRIL 2015
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