…Vuelvo a Turín, a la que viajamos hace ya cinco años. Deambulamos por ella unos pocos días y, como siempre hacemos en las ciudades que visitamos, nos sentamos en las plazas, calles y soportales a ver el movimiento de sus gentes y de los forasteros. En Turín, también, a beber –dry martini– a la sombra. Claro, así no hay forma de hacer una obra de la profundidad de la de Pajak, o de enloquecer como Nietzsche, o de suicidarse como Cesare Pavese. La ciudad nos gustó tanto que prolongamos la estancia unos días más de los que teníamos previstos. Pero no tanto como Pajak, cuatro años: «Turín: sobria, anchurosa, exaltante -¡y de una gran melancolía!-. Aquí no existe la alegría; tanto mejor. Nada que recuerde la exuberancia agobiante de los Meridionales»; o Friedrich Nietzsche: «He elegido Turín para que sea mi patria…»; o Giorgio de Chirico que pintó incansablemente sus plazas: «En Turín todo es aparición. Uno llega a una plaza y se da de bruces con un hombre de piedra que te mira como sólo son capaces de hacerlo las estatuas».
13 MAYO 2015
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