12 JUNIO 2015

…A mi vecino no parece que sus habitaciones le salgan lujosas, más bien parecen toscas y precarias, aunque eso sí, tienen personalidad. Lo mismo que mis fotos. Es lo que tenemos los maniáticos autodidactas, nunca conseguiremos hacer trabajos complejos, técnicos, finos, soberbios e impecables, pero a cambio somos peculiares y lo nuestro no se parece a nada. No parece que mi vecino y yo vayamos a triunfar (él en la construcción y yo en la fotografía) pero la materia de nuestra mediocridad no lo cambiaríamos por nada. Seguro. Bueno, en relación a mi vecino, eso solo lo supongo porque como no hablamos no le conozco; solo lo deduzco por cómo hace las cosas y por saber hasta donde llegó su abuelo, que hacía exactamente lo mismo. Quizá nuestras idiosincrasias se han forjado por algo que tenga que ver con la calle. Un insondable misterio que puede que se remonte a los setenta años que hace que se creó. A la época de nuestros antepasados, porque el de arriba (del que por el momento no hablaré), y los de más abajo, ya retirados o muertos, eran igual que nosotros. Otro día contaré la historia de Juan (el Rubio) que construyó, también solo, la casa de más abajo de la del señor Benito. Ahora es un hombre de más de noventa años que vive en una residencia del barrio, lo que no es óbice para que venga todos los días, a las once de la mañana, a barrer la calle. En su desquiciado discurso nos pide que también barramos para que no parezca que somos unos guarros incapaces de mantener limpio lo nuestro. Otro maniático que bordea peligrosamente la demencia. Lo da la calle, sin duda.