…Poco más tengo que decir, salvo que a las nueve y cuarto de la tarde decidí dejar el jolgorio gay para el año que viene y me dirigí a la estación de tren para volver a mi casa. El momento más curioso de la tarde no fue en la manifestación, no, me pareció que tuvo lugar en el vagón del tren en el que volví y fue que solo viajábamos cuatro personas solas y todos lo hacíamos en cuatro asientos cercanos (dos en cada lado, enfrente unos de otros) en el centro. En el resto nadie, todo vacío. Éramos dos hombres y dos mujeres. Una mujer, en la treintena, de aspecto algo triste leía; la otra, muy joven, se entretenía divertida con su móvil. El individuo que tenía al otro lado del pasillo, un hombre joven de muy buen aspecto, parecía muy concentrado en un voluminoso libro, actividad que le dotaba de un cierto halo interesante. Y yo, aturullado con mis cosas, ordenando los poquísimos rollos que había hecho y la bolsa de mis dos cámaras. Nervioso por cómo podía encontrarse Charlie y disperso, como siempre. La noche caía sobre el tren y el campo entre Madrid y mi ciudad. Fin.
24 AGOSTO 2015
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