BREVES OBSERVACIONES Y PROPÓSITOS SOBRE MI VIDA SOCIAL I:
«Sin la alegría de vivir, sin el ansia de vivir, no hay seres humanos». Henning Mankell
Últimamente observo preocupado que mi desinterés, o más bien rechazo hacia cualquier tipo de relación social, crece peligrosamente. Estoy asediado por el decaimiento y no sé si no será la premonición de la enfermedad. Los otros, durante muchos años de mi vida, han sido una necesidad, un deseo vívido y movilizador y, de entre todos ellos, las mujeres, siempre las mujeres como encarnación del paraíso inalcanzable. Ahora ya casi ni es paraíso, pero sí inalcanzable. Ya solo siento una creciente e inmensa desgana. No me apetece absolutamente nada –hablar-, sea con quién sea y de lo que sea. Instantes después de que haya iniciado cualquier conversación me invade la apatía, el aburrimiento y un inmenso cansancio. Entonces, si afortunadamente las circunstancias me lo permiten porque nos encontremos en escenario abierto y cambiante, en un bar, por ejemplo, donde hay gente conocida -tipo fiesta a la que habría sido mejor no haber ido-, suelo largarme de cualquier contacto; a camuflarme para no ser descubierto, a hacerme el despistado como si no hubiera visto a los que sí he visto; y, si no hay más remedio que hacer una parada técnica, unos instantes después, cuando intentan colocarme una historia que casi nunca me interesa, simplemente giro sobre mis talones y me alejo, sin más. Es una reacción físico-química incontenible. No soporto lo que la gente dice. Me aburren hasta quitarme las ganas de vivir («Hay gente tan aburrida que te hace perder un día en cinco minutos». Jules Renard). De todas formas, seguramente la culpa la tengo yo por no relacionarme con gentes de mi gusto que me cuenten cosas que me convengan, me interesen o al menos me entretengan…
1 NOVIEMBRE 2015
© 2009 pepe fuentes