6 DICIEMBRE 2015

© 2013 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2013
Localizacion
Aranjuez (Madrid, España)
Soporte de imagen
-120 MM- ILFORD SFX. 200 (100)
Soporte de copias
ILFORD MULTIGRADO BARITADO
Viraje
SELENIO
Tamaño
18 x 22,7 cm
Copiado máximo en soporte baritado
3
Año de copiado
2014
Fecha de diario
2015-12-06
Referencia
6816

DIGRESIÓN UNA. La buena letra (1992). Rafael Chirbes (publicado junto con Los disparos del cazador bajo el título de Pecados originales). Son muchos los escritores españoles de finales del siglo XX que me interesan pero, entre ellos, es Chirbes el que mejor se acomoda a mi propia mirada y a mi modo de disfrutar de la literatura. Por ahora no he leído todo de él, ni mucho menos (por ejemplo, no he leído Crematorio, aunque sí En la orilla). Esta novela corta cuenta una historia inclemente de posguerra, luego de memoria y memoria; y sufrimiento y oscuridad. Y de sombras que se difuminan en las paredes heridas por el tiempo. Se te mete dentro y te remueve hasta dejarte sin aliento. Comparto parte del tiempo que narra la novela, y sí, todo es reconocible y duro. Y sombrío, o más bien gris oscuro tirando a negro. Chirbes hace que su historia sea terriblemente ominosa por cercana y verosímil. La sabiduría y talento con la que describe los escenarios y los hechos de aquellos tristísimos momentos es sobrecogedora y absorbente. Los personajes son absolutamente reconocibles y creíbles como miembros de nuestro mundo y cultura, de nuestro modo de ser y estar en la vida. Me resultan tan próximos como mi propia piel. Todo sucede con la fuerza incontenible de lo que no podía ser de otro modo pero no por eso previsible. Todo lo contrario, y esa es la inmensa virtud de Chirbes como narrador de nuestras cosas españolas, que hace que sus creíbles historias te emocionen, te conmuevan. Es la naturaleza humana y española en estado puro…»También pensaba que, en cuanto las cosas se quedaban atrás, dejaban de ser verdad o mentira y se convertían sólo en confusos restos a merced de la memoria. No había nada que salvar. El tiempo lo deshacía todo, lo convertía en polvo, y luego soplaba el viento y se llevaba ese polvo». Rafael Chirbes

Pepe Fuentes ·