Cosas de un miércoles cualquiera II (once del mes pasado). De pronto, Charlie Brown no estaba a mi lado. Ocurre con frecuencia pero siempre, al rato, vuelve y seguimos tranquilamente con lo nuestro. En realidad son las únicas alteraciones en nuestros desiguales pero previsibles paseos. Seguí camino adelante despreocupado, seguro de que Charlie me alcanzaría. Sin embargo, no fue así. Quizá me alejé demasiado. Pasaron minutos y minutos y nada. La desaparición ocurrió en torno a las nueve, más o menos. Comencé a temerme lo peor. Paré y volví. Le llamé a medida que caminaba un poco azorado. Nada. Una cierta aprensión comenzó a inquietarme. Decidí dirigirme hacia donde habíamos entrado, a casi dos kilómetros de distancia, pensando que él me buscaría en esa dirección: entramos y salimos, vamos y volvemos, ese era el lógico y habitual recorrido; pero no caí en que esa era mi lógica, no la de Charlie Brown. Había pasado más de una hora y Charlie Brown seguía desaparecido. Llegué al coche aparcado con la ingenua ilusión de que estaría tranquilamente esperándome (otra vez mi estúpida lógica), pero fui más lejos aún; decidí volver a mi casa por si a él se la había ocurrido esa solución. No, no fue una decisión tan tonta, Kher, mi anterior perro, en el año dos mil, lo hizo así en una situación parecida. Pero Charlie es otro (los perros, como todos, no nos parecemos tanto)…
13 DICIEMBRE 2015
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