DIGRESIÓN UNA (2ª). El pintor de batallas (2006). Arturo Pérez Reverte. La historia que cuenta parece un trasunto propio, porque también Pérez Reverte cambió la crónica palpitante de batallas lejanas por la literatura. En esos escenarios donde la naturaleza humana se presenta en carne viva no se puede sobrevivir mucho tiempo. Ni siquiera la aséptica neutralidad de sus cámaras salvó a Faulques, que no pudo soportar la vista del abismo insondable y espeluznante. Tuvo que apartarse de ese aterrador paisaje, espantado y vacío. Puedo entender eso, o quizá solo intuirlo. Porque, a fin de cuentas, la huida es una de las prerrogativas y ventajas que tenemos los cobardes, aunque Faulques-Reverte no lo fuera. La historia está salpicada de reflexiones sobre el hecho de fotografiar que a mí me han interesado sobremanera porque me acercan y me confirman lo que llevo mucho tiempo pensando: en la impotencia de la fotografía para llegar a algún sitio verdadero y sobre todo al Arte, el de «verdad». Dice Olvido Ferrara a Faulques sobre fotografía y pintura, refiriéndose a la pintura La Tebaida de Paolo Uccello: «Ante un cuadro como ese, la fotografía no sirve para nada. Sólo la pintura puede. Todo buen cuadro aspiró siempre a ser paisaje de otro paisaje no pintado…» A.P.R. Mi experiencia con esta novela ha sido como subirme a una montaña rusa: he pasado por momentos de excitación y, paradójicamente, por otros de calma distraída y casi irritada. Me ha interesado mucho la estructura y sobre todo el desenlace. La idea que la mueve es feraz e interesantísima, excelente, y el modo de penetrar y avanzar en ella también; sin embargo, me ha provocado una fatiga a veces insuperable (de saltarme algunas páginas) la narración de la relación de Faulques con Olvido Ferrara. Sí, ya sé que es un interlocutor necesario y además marcado por un fatalismo metafísico, lúcido y poético. Un punto más de diafragma para que la foto-historia no se empaste, pero la imagen queda sobrexpuesta, me parece. No creo que sea necesaria tanta morosidad en la descripción de la supuesta «belleza» de la Ferrara, con momentos amorosos que duran noches enteras. Quizá porque es la historia de amor que Reverte siempre soñó vivir, se me ocurre. De cualquier modo, resulta escasamente entretenido. Sin embargo, siempre es interesante el diálogo con la fotografía, con la pintura y con el arte que se desarrolla de principio a fin. Solo por eso la novela es poderosa y clarividente porque, para mí, la resbaladiza conclusión es que el Arte es posible, la pintura puede ser inabarcable pero necesaria y la fotografía desoladoramente escasa. Olvido Ferrara: «No es tu manera de ver lo que se ha devaluado, sino la herramienta que usas. Demasiadas fotos, ¿no crees? el mundo está saturado de malditas fotos». Estoy de acuerdo en todo. Ah, y sin olvidar lo más importante: la Vida es inmanejable por inaccesible e insondable y la salvación no está al alcance de nadie (quizá solo de los imbéciles)…
3 ENERO 2016
© 1992 pepe fuentes