1 FEBRERO 2016

© 2012 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2012
Localizacion
Feria de arte Arco. Madrid (España)
Soporte de imagen
-35 MM- TMAX 3200
Fecha de diario
2016-02-01
Referencia
5644

El trece de enero me levanté desmotivado, o quizá deprimido. No sé. Desayunando, a las seis de la mañana, dije a Naty: -no es lo peor levantarse con sueño y sin ganas, sino no saber qué hacer con el día que te cae encima como un pesado fardo nada más poner un pie en el suelo-. Me miró con un gesto de infinito cansancio hacia mis desalientos. Sí, entiendo que es un horroroso fastidio que te digan algo así a las seis de la mañana, con un día de molestísimo trabajo por delante. Pero es que yo desfallezco cada día más en mi combate a brazo partido contra mi confusión y disolución en la nada más tediosa. Si no fuera por mi gran voluntad de supervivencia ya habría muerto, a pesar de mi inoxidable salud física (la mental es otra cosa). Luego, acompañado por Charlie Brown, subí al «estudio». Se tumbó a mi lado, no sin antes restregar un rato su cabeza contra mis piernas (por la tarde, cuando estoy en el sillón de leer, se sube encima y frota su cabeza con la mía). Creo que Charlie Brown me ama. Pero, lo que no sabe, el pobre, es que estar a mi lado todo el día es una circunstancia peligrosamente tóxica para su vida. Así está el inocente, empantanado con un tratamiento con demasiados efectos secundarios, para combatir un fallo de su sistema neurológico. Encendí el ordenador. Lo primero que me encontré fue un artículo de Josep Lapidario sobre artistas accionistas vieneses de los años sesenta, cuatro nada menos, todos enfurecidos (Günter Brus, Hermann Nitsch, Otto Mühl y Rudolf Schwarzkogler): «Uno de ellos, Otto Mühl, era un tipo autoritario, soberbio y repelente. Un día cogió un cuchillo de cocina y se abalanzó sobre un lienzo atravesándolo repetidamente, como un Lucio Fontana pasado de anfetas, y luego lo destrozó a puñetazos, pisotones y hachazos. Cuando se le pasó el arrebato, dedujo que el despojo obtenido no podía considerarse un objeto-obra de arte, pero el proceso seguido probablemente sí lo fuera. En paralelo, pensó que el propio cuerpo podía formar parte de la obra: «El artista no permanece frente al cuadro sino dentro de él». El cineasta Amos Vogel dijo que las escenas de Mühl están impregnadas del «hedor de los campos de concentración, culpa colectiva, agresión desenfrenada y atávica violencia alucinatoria». No sé, juzguen ustedes el guión de una acción que por fortuna no llegó a realizarse: «Esparzo miel sobre una anciana desnuda y la expongo a un enjambre de cinco kilos de moscas que previamente he conservado siete días sin comida en una caja; luego las mato sobre su piel arrugada con un matamoscas». «El arte es un ataque, una acusación, una crítica» (Otto Mühl)».
Eso es sin duda un acto «artístico» revulsivo al que yo solo pondría una condición para comprarlo: que la anciana fuera su propia madre o su abuela. Si no es así, la obra no vale mucho más que la de un fanático y embrutecido SS. de Auschwitz. Martirizar viejas ajenas no es artístico, es absurda y terrible crueldad. Estúpido y prepotente esnobismo. Esos tipos simulaban mutilaciones y orgías sangrientas pero ellos mismos no se cortaban nada, luego sus «obras» no valían una mierda. Si apuestas por la mutilación en arte, vale, pero mientras no te cortes la polla, por ejemplo, y que yo lo vea, no me lo creeré. Luego, en una segunda fase  de la sangrienta  performance, te la deberás colgar disecada del cuello y pasearla por barracas de feria, o por galerías de vanguardia, que viene a ser lo mismo. Amiguito, si no haces eso por tu «arte», todo será una estúpida farsa para crédulos tontos y tú un tipo patéticamente perturbado.     

Pepe Fuentes ·