7 ABRIL 2016

OTRA VEZ DE FERIA VII: (ya he vuelto de la compra). Sí, luego voy a volver a recordar los pabellones de la feria porque si no va a parecer que no estuve; y sí, claro que estuve, ya lo creo. Como vengo contando en este diario, todos los años visito la feria encantado, acompañado de mis viejas cámaras (no siempre me llevo las dos). Si no nos morimos pronto (las cámaras y yo), la dirección de la feria terminará contratándonos como performance móvil para añadir dinamismo y colorido. Este año, como casi siempre, la gente nos miraba, aunque más bien a la cámara grande, e incluso me preguntaron que era ese aparatoso artilugio, porque ya casi nadie lo identifica con nada reconocible. Es una circunstancia social entretenida. Si me parara en una galería, o más bien en una encrucijada de pasillos con una bombilla verde en la cabeza o un piloto intermitente sobre la cámara, los visitantes nos rodearían y se harían «selfies» junto a nosotros, con sus atómicos móviles. Somos una antigualla que a fuer de serlo hemos pasado a ser pura vanguardia. Como el día me está quedando corto de palabras, me ayudaré de una estupenda y reveladora cita de César Aira, que de génesis de Arte Contemporáneo sabe infinitamente más que yo: «El arte en cambio no es arte si se hace bien (es decir si se somete a los valores ya establecidos). El arte no es necesario hacerlo bien -y es una lamentable pérdida de tiempo, en la que suelen incurrir los jóvenes, esforzarse en ese sentido. Si es arte, o para que sea arte, debe crear valores nuevos; no necesita ser bueno, al contrario: si se lo puede calificar de bueno es porque está obedeciendo a parámetros de calidad ya fijados, y se puede poner entonces, según este novedoso concepto dieciochesco reinterpretado por mí, en el rubro de la «artesanía»…