CONTINUACIÓN DE LO DE AYER… «Sólo los cobardes o los perezosos añoran el tesoro que nunca tuvieron». Rafael Argullol. Al menos, y en cierto modo, quizá mi afán aun soporte matices, e incluso explicaciones y hasta justificaciones. Manuel no lo necesita porque él ha llegado, está ahí, en su insustituible lugar; y la prueba de que es así es que con su connatural modo de ser y hacer ni tan siquiera necesita creérselo. Esta espontánea aproximación a la obra de Manuel Elegido me ha asaltado incontenible como eco de una observación de César Aira, a propósito de lo que él entiende que es el infinito sueño de concebir y crear imágenes y que tanto se parece al modo de Manuel de concebir la fotografía: «La imagen para ser verdaderamente imagen, como lo fue en las eras imaginarias (por ejemplo del Renacimiento) debe surgir como enigma, fuera del lenguaje, definitivamente sin explicación ni justificación: fuera de todo relato posible, es decir como misterio y posibilidad infinita. Nuestra época, al revés de las eras imaginarias, se ha especializado en neutralizar el valor específico de la imagen, anulándola con algún relato o epígrafe que la explique o la sitúe. Claro que en un escritor eso es inevitable. Si la imagen de verdad es la refractaria a las palabras, el escritor no podrá evitar desvirtuarla». César Aira. A veces me da por pensar que a ambos nos ha marcado demasiado el sombrío y poderoso influjo de la ciudad en la que nacimos y hemos vivido siempre. Pero no es verdad porque las sombras siempre son propias, íntimas, estés donde estés, vivas donde vivas. A estas alturas de nuestras ya renqueantes vidas, ya podemos decirlo: «hemos sido tan frágiles que lo nuestro no podía salir bien«. O sí, y ha salido justamente como debía. Solo que cuando empezábamos, de pequeños, no lo sabíamos. En la feria de este año (Arco) me encontré con un amigo fotógrafo, de nuestra época y ciudad. Él también hacía lo mismo que yo, fotografiar formas en la feria y aún cree que hay una parcelita de gloria reservada para él. Puedo entender perfectamente algo así, me resuena demasiado. Le di la razón, cómo no, los sueños hay que mantenerlos hasta el límite de nuestras fuerzas, pero le sugerí algo que Manuel supo como mínimo dos décadas antes que yo y era algo así como que el destino nunca pensó en una solución para nosotros; y menos ahora, tan mayores ya. Los escaparates del arte están reservados para los vigorosos emergentes, donde nunca podremos acceder los diletantes crepusculares como nosotros. De hecho nunca nos ha sucedido. Pero no todo está perdido, sencillamente porque a Manuel nadie podrá quitarle su genialidad. Ni a mí mi perseverancia. Ni a mi otro amigo, el que vi en la feria, su ilusión. En la distancia que ahora nos separa, le sugiero a Manuel, también a Félix, que nos apropiemos de la máxima de Gombrowicz:«Yo no era nada, por lo tanto podía permitírmelo todo». Ese ha sido, es y será nuestro territorio natural y que el mundo nos deje en paz, lo que sin duda hará.
12 ABRIL 2016
© 2008 pepe fuentes