DIGRESIÓN UNA. Muñeca de porcelana, David Mamet. Versión: Bernabé Rico. Dirección: Juan Carlos Rubio. Intérpretes: José Sacristán y Javier Godino. Naves del Español, Matadero. Diecinueve de marzo. Fila uno, butacas uno y dos. Máxima centralidad de nuestra mirada porque a priori la obra lo merecía. Cuando la representación acabó nos felicitamos, habíamos acertado plenamente. Geniales todos: David Mamet, Pepe Sacristán y la puesta en escena en todos sus aspectos. El planteamiento, sencillo, poner en evidencia cuestiones que por obvias pasan desapercibidas, o que ya tenemos asumidas como parte del hecho de vivir socialmente. Nadie se preocupa por el funcionamiento escatológico de los sistemas, tampoco de los detritus, de los residuos tóxicos que genera la combustión de la maquinaria del género humano sobre la tierra. No hay solución para que los poderosos, los que dirigen el tinglado, sean del signo que sean, se ciernan sobre la población como ominosos y despiadados depredadores. Sí, porque para que el artefacto funcione hay que alimentarlo constantemente de excrementos morales. Pues bien, la radiografía de Mamet es inclemente por eficaz y aséptica. Y lúcida, y teatralmente soberbia. En un momento de la obra le dice el personaje inmensamente rico y poderoso a su secretario: «las elecciones se ganan con mucho dinero y mantras». No hay más y tampoco otro modo de hacerlo, por ahora. Lo más perverso de esa premisa es que el dinero es nuestro, de las pobres gentes a las que dirigen y manipulan los jefes de todo. Todo lo ponemos los que pagamos la cuenta, ellos nada. Los inteligentes son ellos, claro; los tontos, pero felices en nuestra eterna distracción e inconsciencia, nosotros. Estamos demasiado ocupados en nuestras pequeñas e inmediatas satisfacciones, en nuestra tristona poquedad, para ocuparnos de grandezas que ni siquiera podemos entender. El pan y circo de los romanos, que ya sabían mucho de todo eso. Pero, por favor, quién no sabe eso a estas alturas, después de tantos milenios de tan imprescindible como putrefacto pacto «social». Esta obra, que tanto me interesó por su aleccionadora belleza teatral, me remitió a una breve y digresiva pregunta que alude a nuestra lamentable circunstancia nacional: ¿a los que están a punto de entrar en Moncloa porque tienen los «mantras», quién les ha dado el dinero para llegar desde una sucia tienda de campaña en Sol al umbral del poder? Claro, porque dinero no tenían y ahora sí, sin duda, por lo tanto ¿quién manipula y utiliza interesadamente a esos estudiantillos de tres al cuarto y de paso a todos nosotros? Pues bien, eso queda diáfanamente claro en esta soberbia obra. Pero, aunque evidente, el inmenso mérito de Mamet-Sacristan es que hacen la historia que cuentan contundente y creíble. La obra contiene vigor, intriga (las llamadas telefónicas sin interlocutor visible) y una progresión dramática apabullante. Una gran noche de teatro.
20 ABRIL 2016
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