11 MAYO 2016

OCHO DE ABRIL (y el huidizo ectoplasma, vigilante, como siempre). Nada salió bien. Una vez revelados los rollos comprobé un lamentable error al elegir la técnica de reproducción de las paredes, a saber, se me ocurrió que el mejor modo era, con la vieja cámara grande montada en trípode, cargada con película lenta para captar con la máxima nitidez los detalles de la escritura, y un flash a cuarenta y cinco grados, más o menos. Puto desastre. Ya pude observar en la toma, por las lecturas de fotómetro, que la iluminación estaba descompensada por zonas. No obstante continué (suelo ofuscarme) y claro, mis temores se confirmaron y aún se agravaron. Todas las imágenes resultaron duras y parecía que intratables. No suelo darme por vencido por mucho que me cueste y fastidie tener que repetir. Además, repetir, supone tener que correr el riesgo de ser descubierto en mis arriesgadas maniobras de sustracción del alma del lugar. Sí, así me siento, como un ladrón de espíritus quietos, en la paz del abandono. Irrumpo como un salvaje, cargado de cachivaches y lo pisoteo todo. A veces, los ectoplasmas que descansan en el sitio se asustan y huyen despavoridos dejando constancia de su enfado en la película. No siempre se manifiestan. Menos mal que esos espíritus no me asustan, sé que están ahí pero, aunque me vigilen, no me harán daño. El de esta mañana, recorrió en línea recta dos fotogramas y la intersección de ambos.