ONCE DE ABRIL (el buscador de espárragos). Se me daba bien buscar espárragos en el campo; sencillamente porque los encontraba. Lo hacía de niño y algunas veces más después, pero menos. Me gustaba. Ahora también podría hacerlo, tiempo tengo, o no. Este individuo, al que fotografié poco después de que fotografiara las viejas garitas, llevaba un manojo de espárragos en la mano y miraba al suelo, buscando más. El encuentro me hizo preguntarme si me apetecería hacerlo también y así rememorar otros tiempos, -me contesté que no-. Por qué, volví a preguntarme, -me contesté, impaciente, que me llevaría un tiempo que no tenía-. Reflexioné: -quizá porque el tiempo que emplearía sería previsible: mirar al suelo, localizar esparragueras y después si habían criado, cortarlos y llevarlos en la mano y así una y otra vez, por lo menos dos horas o más-. Tengo que reconocer que descubrir un espárrago proporciona la alegría del provechoso hallazgo. Un espárrago sería como una fotografía encontrada, pero con la diferencia de que la fotografía no te la comes. Quizá, en tiempo primaveral, debería cambiar la cámara por un pequeño zurrón donde ir guardando los espárragos y luego comérmelos, como este individuo. Yo llevaba cámara y él espárragos, luego él comió mejor, seguro. Cuál es el origen de mi falta de sentido práctico y menor gusto por la gastronomía, pues que confundo la importancia de las cosas y me entretengo en anotar citas, entre ellas algunas de Arthur Schopenhauer, que no me sientan bien porque me desorientan en el mejor aprovechamiento de mi supuesto talento (encontrar espárragos) y de mi tiempo: «La gente corriente sólo piensa en pasar el tiempo; el que tiene algún talento, en aprovecharlo».
13 MAYO 2016
© 2016 pepe fuentes