2 JUNIO 2016

© 2015 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2015
Localizacion
Feria de arte Arco. Madrid (España)
Soporte de imagen
-120 MM- ILFORD DELTA 3200
Fecha de diario
2016-06-02
Referencia
7538

DIGRESIÓN DOS: El curioso incidente del perro a medianoche, de Mark Haddon (2003). Christopher John Francis Boone es un muchacho de quince años. Muy inteligente, diabólicamente inteligente, que es capaz de procesar las más complejas operaciones matemáticas mentalmente, hacer cálculos prodigiosos en segundos o retener infinitos detalles de cualquier paisaje que pueda aparecer ante sus ojos, rápidamente, de un primer vistazo. Pero no solo eso, también es capaz de desarrollar razonamientos lógicos,concluyentes e incontestables. Pero Christopher John Francis Boone tiene problemas con su cabeza demasiado portentosa y especial  para relacionarse con el mundo, porque Christopher John Francis Boone parece autista pero no sé si realmente lo es, porque en la historia nadie lo dice, y tampoco el autor, el señor Haddon, que es quien más sabe sobre Christopher John Francis Boone. El prodigioso protagonista de esta historia, aparentemente autista, elabora razonamientos tan sencillos como lógicos: «Y la gente que cree en Dios piensa que Dios ha puesto seres humanos en la Tierra porque piensa que los seres humanos son el mejor animal, pero los seres humanos sólo son un animal y evolucionarán hasta ser otro animal, y ese animal será más listo y meterá a los seres humanos en un zoo, como ponemos a los chimpancés y los gorilas en un zoo». Ha asumido que es un ser con problemas de conducta, por algunos de estos comportamientos que enumera con exactitud: «No hablar durante mucho tiempo, No gustarle que le toquen, Gritar cuando está enfadado o confundido, No sonreír, Hacer cosas estúpidas, Gemir y algunas otras, que como estas, no me parecen tan raras.» A mí, sin ir más lejos, me pasan algunas (será que también soy autista, aunque un autista tonto, pero nadie me lo ha dicho todavía). También tiene problemas con su familia, que no es otra que Padre; sí, su padre, que aunque le cuida y demuestra que le quiere para Christopher John Francis Boone, está al otro lado. El mundo está enfrente porque él es especial y defiende su singularidad con gritos, cerrando los ojos, gimiendo y con una navaja del Ejército Suizo, disuasoria y letal. Para Christopher John Francis Boone el mundo y sus gentes siempre estarán enfrente porque se empeñan en hacer cosas que a él le desagradan profundamente, como aglomerarse y hablar. No, no le gusta la gente y mucho menos los desconocidos y tampoco que le toquen. Pero sí le gustaba Tobby, su rata, y también Wellington, el perro asesinado. Con Madre no se entendía y Madre se puso muy nerviosa y aunque le quería no podía soportarlo, hasta que desapareció de su vida. Pero claro, es que Christopher John Francis Boone es especial y por lo tanto difícil de soportar para personas normales. Ya sabemos que nadie soporta a nadie realmente y mucho menos si ese Nadie está dispuesto a ser él mismo. Yo, por ejemplo, a pesar de que me ha gustado mucho Christopher John Francis Boone, no podría soportarlo (aunque sea un poco como él). Es un joven absolutamente determinado a ser y estar a su manera. No hay inseguridad en Christopher John Francis Boone, solo miedo a que le hagan daño seres incomprensibles, como por ejemplo los policías, e incluso Padre. El gran problema para Christopher John Francis Boone, entre otros muchos,es que descubre que pueden engañarle, incluso Padre, y eso no puede entenderlo y, ni mucho menos, aceptarlo. Ni perdonarlo.  El curioso incidente del perro a medianoche me ha recordado La conjura de los necios y a Ignatius J. Reilly. También a Holden Caulfield, de El guardián entre el centeno. Puede que sí, indudablemente tiene en común con ellos su inigualable personalidad, pero Christopher John Francis Boone es también muy diferente a ellos. Lo que sí tienen en común las tres obras es su magnificencia literaria y el inmenso placer que produce su lectura; aunque a fuer de ser justo, esta última no llega a la altura de las otras dos, que están en otra dimensión, quizá porque el señor Haddon no parece ni mucho menos tan diferente y loco como el señor Kennedy Toole, que se suicidó, o el señor Salinger, que se hizo invisible.     

Pepe Fuentes ·