DIGRESIÓN OCHO: Animales Nocturnos, de Juan Mayorga. Teatro. Director: Carlos Tuñón. Escenografía: Alfonso Pizarro. Intérpretes: Jesús Torres (Hombre Bajo), Pablo Gómez (Hombre Alto); Viveka Rytzner (Mujer Alta), Irene Serrano (Mujer baja). Cuatro de Junio. La historia va de dos parejas, los Altos por un lado y por otro los Bajos. Unos, los Bajos, son del país, autóctonos; y los otros, los Altos, foráneos. Los foráneos no tienen papeles y eso es un problema para ellos, sin duda. Los Bajos, vecinos de arriba, tienen un piso más grande y se encuentran en una situación más o menos acomodada. El meollo de la obra no consiste en una cuestión de valores solidarios, tan de actualidad, lo que habría sido terriblemente decepcionante, por obvio; no, se trata de que los Bajos pueden ejercer dominio sobre los Altos, porque estos no tienen papeles y porque los Bajos se pueden chivar y perjudicar seriamente a los Altos. El Bajo se lo hace saber al Alto. Le exige sumisión y compañía cuando lo necesite, eso sí, sin indigna humillación, -eso dice-. Pero claro, a pesar de las buenas y persuasivas palabras, la propuesta no deja de ser un modo de esclavismo y dependencia. Feo asunto, desde luego. Al principio, la oscura relación se circunscribe a los Hombres, hasta que las Mujeres se enteran y cada una asume el papel que le ha tocado: dominante una y sumisa otra. A partir de ahí, el drama, profundamente paradójico, está servido. Sí, porque las relaciones de poder y sumisión suelen ser interdependientes. Le tengo mucha confianza a Mayorga, es más, siempre procuro ver sus obras. Me gusta mucho su teatro. El problema fue que la obra no levantó el vuelo dramático en ningún momento y eso, me parece, tuvo que ver con el montaje que habían creado Tuñón y Pizarro (director y escenógrafo). Tuñón no imprime a la obra una textura algo más desgarrada, dramática e incluso sibilina y maligna. En cuanto al armatoste modular que emplea Pizarro es ingenioso pero distrae y no evoca. Es obvio y muy trabajoso: cada vez que había que reformatearlo implicaba pesados arrastres por el escenario de los propios actores que rompían el clímax dramático. No hacía falta semejante artilugio, tan insulso como una casa de muñecas cursis. En cuanto al texto de Mayorga, o más bien la trama, tampoco es un prodigio de finura, ya que el desenlace que idea para la Mujer Alta, resulta impostado y poco creíble. Por otro lado, se queda corto en los convenientes matices que describen los rasgos de carácter y circunstancias de los Bajos y los Altos. Tampoco los actores estuvieron finos, sino más bien sosos y limitados. Sus parlamentos resultan monocordes, mecánicos, tediosos. Tampoco los espectadores estuvimos a la altura, apenas si podíamos disimular nuestro aburrimiento, yo mismo estuve a punto de bostezar dos veces. Y, para rematar el desastre, un final deslavazado en el que los actores no se presentan a saludar al público, sencillamente se quedan enjaulados y quietos o directamente se van de escena y ellos mismos nos abren la puerta para que nos larguemos (tampoco les debimos gustar mucho como espectadores). Eso produjo una cierta confusión del público que aplaudimos poco y nos fuimos un tanto desconcertados y titubeantes. Se respiraba la frustración. Frialdad que se tradujo en la impresión de que todos salíamos de la sala como si nos escapáramos de una incómoda encerrona de los Altos y los Bajos.
26 JUNIO 2016
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