DIGRESIÓN CUATRO: Truman (2015), Director: Cesc Gay. Guión: Cesc Gay y Tomás Aragay. Intérpretes: Ricardo Darín, Javier Cámara, Dolores Fonzi. Película para ser llorada desde la primera imagen (yo lo hice). Ha concitado todas las críticas favorables posibles y multitud de premios. Hasta ahí todo bien. También la historia es abrumadoramente eficaz en cuanto a movilizar emociones, llorosas como ya he dicho. Vibra de principio a fin porque consigue ir pulsando suavemente muchas de las notas sobre las que se apoya la vida sentimental y afectiva de las buenas personas, si es que esta categoría humana existe. Todo un catálogo bien conformado y diseñado, a saber: amor a los animales, a la amistad, a la vida, a la solidaridad, a los hijos (y las primas), a ser valientes, a la generosidad, a la nostalgia, al intimismo pleno de autenticidad y camaradería, a una impecable actitud ante la muerte. Todo es perfecto en esta historia. Por si fuera poco, el lujazo de contar con Darín. ¡¡¡Qué decir de Darín¡¡¡ Nada, todo se quedaría corto. Incluso el feo de Cámara está muy bien aquí. Sin embargo, el perro, Truman, no vale mucho, es viejo, feo y soso. Tampoco parece muy listo. Aún así todo está bien. Cuál es el problema entonces, porque problema hay, sin duda (la perfección no existe, al menos en mi mundo). Pues que es una patraña, una inmensa mentira y se nota (gato por liebre, con lo mayores que somos ya). Cesc Gay ha construido una historia en la que no falla nada: los amigos son muy, muy amigos. El hijo ama a su padre, y viceversa. Tomás cruza el atlántico para despedirse de su amigo y además le ayuda económicamente. La exmujer le respeta y todavía siente un gran cariño hacia él. Los amigos que devinieron en enemigos por causa de una mujer le perdonan. Los colegas de profesión, envidiosos y desconsiderados quedan en evidencia por una arrojada intervención del protagonista, tan valiente a pesar de estar en las últimas, o quizá por eso. La prima quiere entrañable y comprometidamente al enfermo terminal. Tomás, el amigo, y la prima, Paula, finalmente cumplen su sueño reprimido de toda la vida que no es otro que echar un buen polvo (el primero y el último, para mayor transcendencia) y se les nota, aunque pongan cara triste. El empresario teatral con quien trabaja Julián le despide y se despide con mucho reconocimiento, consideración y emotividad. Julián, el condenado a morir en breve, mantiene una actitud madura, sólida, tranquila, plena de resignación humanísima y de paso cuestiona y relativiza los inútiles esfuerzos por mantener la vida a toda costa, con tratamientos estúpidos y dolorosos. Julián engaña a Tomás en relación a Truman desde el principio, pero esa mentira juega a favor del perro soso (todo por los animales, esa ética tan humanista). Además,el amor por Truman, queda muy bien para construir un final perfecto, muy de llorar. Todo parece haber sido montado para el abrazo final de todos con todos (los cuatro: Julián, Tomás, Paula y Truman). Irreprochable y perfecta, y por eso profundamente imperfecta. No obstante, no me estorban historias así, donde se idealizan hasta el colmo las buenas intenciones, pero con disimulo, como si no lo pretendieran. Al fin y al cabo casi todos estamos necesitados de buenos y generosos sentimientos, o tal vez de querer y que nos quieran, y si nos lo cuentan estupendamente, como es el caso, y además remueven un poco nuestra pereza afectiva sin el más mínimo atisbo de aburrimiento, bienvenidas sean.
25 JULIO 2016
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