UNA FIESTA DE CUMPLEAÑOS… El otro día fuimos a una fiesta de cumpleaños, acontecimiento absolutamente extraordinario en nuestra vida. A nosotros no nos invitan a esas cosas. Lo hizo el marido de una amiga de toda la vida de Naty porque era una fiesta sorpresa y claro, ella nada sabía. Cumplía un número redondo y significativo de años, de esos que marcan un antes y un después. O al menos eso es lo que funciona en el subconsciente colectivo. Fui de buena gana porque aprecio a esta mujer, por amigable, sonriente, atenta, cariñosa. Otra cosa es ese dudoso asunto de las fiestas, que me despiertan todo tipo de recelos. Nunca sé qué hacer en ellas. Había mucha gente dividida en dos bloques que apenas se relacionaron entre sí, por un lado los amigos de la pareja, especialmente del marido, y por otro el de la familia, especialmente de ella. Y nosotros, que no éramos ni de unos ni de otros. Y así pasó, que estuve silencioso las cuatro horas que permanecimos en el jolgorio; Naty al menos era amiga de la protagonista y conocía a la familia, yo ni eso (bueno, un poco amigo de la protagonista sí soy). Hubo concierto en vivo del grupo de música del marido, una especie de revival bienintencionado de éxitos de los ochenta. Lo hicieron bien. Hubo cena copiosa, bebidas, alegría, regalos y buen rollo. Muchos regalos para nuestra amiga, hasta una moto roja y un viaje romántico la regalaron. Ella se lo merece. Y yo allí, calladito y portándome muy bien mucho, mucho tiempo.
30 OCTUBRE 2016
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