23 JULIO 2017

LOS CREYENTES XXIII. A propósito de pasarlo bien, ahora recuerdo una lejana historia en la que participé y que intentaré rememorar. Este Creyente, un poco mayor que yo, se llama S. y vivíamos en el mismo barrio. Él era un adolescente en su última fase, luego joven casi, y yo era todavía prematuro, dos o tres años de diferencia, que en ese tiempo es mucho. Recuerdo que una tarde fuimos en pandillita a la playa del río de la ciudad y este tipo ligó con dos jovencitas extranjeras. Se bañó en el río con ellas y las metió mano en plan muy suficiente, como si entendiera mucho de cómo manejar el deseo de las mujeres. Los demás, más pequeños, revoloteábamos alrededor a ver si nos caía algo, con escaso éxito. Recuerdo que toqué una pierna a una de ellas debajo del agua y eso fue una experiencia convulsa e imborrable, tanto que todavía guardo la sensación que me produjo el tacto de su piel. Desde ese momento, tocar mujeres se convirtió en mi máximo anhelo. Claro, a partir de aquella tarde, S. se convirtió en un héroe mítico para mí. Ahora, sin embargo, me parece un tipo corriente al que llevo viendo años y años aferrado al desfile de los Creyentes, en la categoría de Investigadores (a lo mejor es un entendido en sexología). No sé si todavía le gustarán las mujeres; a mí sí, mucho, sin ellas la vida no habría tenido ningún sentido…