OCHO DE MAYO, UN DÍA ACIAGO. Capítulo IV. Volví, claro, el dichoso día ocho, a las diez de la mañana. Desclavé la reja que había dejado superpuesta y salté dentro. Estaba seguro de que podría pasarme la mañana trabajando en la casa sin que nada ni nadie me molestara. Decidí vaciar la cocina, la habitación que más me interesaba, y dejarla diáfana para, primero, fotografiarla, y después realizar todas las performances memorialistas o tal vez psicoanalíticas que se me ocurrieran. Estaba tranquilo y muy motivado con la perspectiva que tenía por delante: después de tan solo dos tomas descriptivas ya empezaban a agolparse en mi cabeza muchas posibilidades (entre otras, sombras fantasmales, metáforas visuales y cosas parecidas). En ese preciso instante, después de no más de cinco minutos de toma, oí gente fuera. Decían: han forzado la ventana (además Charlie Brown y el coche estaban en la puerta). Me asomé a la ventana y me encontré con dos hombres de mediana edad, de entre cincuenta y sesenta años, que componían un gesto muy desagradable. Me dijeron que saliera de la casa inmediatamente, preguntándome cuales eran mis intenciones y por qué había destrozado la reja (era evidente, pero no parecía que lo quisieran ver) …
24 MAYO 2018
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