25 AGOSTO 2018

© 1989 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
1989
Localizacion
Menorca (España)
Soporte de imagen
-120 MM AGFA 50
Fecha de diario
2018-08-25
Referencia
8555

DIGRESIÓN CINCO. La villa (Una casa junto al mar) Francia (2017). Guion y dirección: Robert Guédiguian. Intérpretes: Ariane Ascaride, Jean-Pierre Darroussin, Gérard Meylan, Jacques Boudet, Anaïs Demoustier, Robinson Stévenin. Cuando escribo estas digresiones, a veces, me da por curiosear en la vida de los actores y casi siempre me encuentro con datos con los que me explico algunas cosas. En este caso, el primer nombre que busqué fue el de Ariane Ascaride (actriz en la historia que cuenta la película); tenía curiosidad por saber su edad y sí, tenía sentido: tiene un año menos que yo, físicamente se mantiene muy bien, tanto que se enamora de ella un hombre veinte años más joven, pero desde una idealización adolescente. Seguí con los demás porque algo me decía que esas circunstancias tenían mucho que ver con la historia. Me sorprendió que su pareja, desde hace cuarenta y dos años, fuera el director, Guédiguian, que tan solo tiene un año más, es decir los mismos que yo. Darroussin, el hermano de Ariane, es de mi edad y también, al menos físicamente, está muy entero, aunque existencialmente destrozado, como yo (al parecer, él por sobreabundancia de pasado, y yo por escasez). Meyland, el hermano mayor, espléndido en su papel de abnegado y generoso hijo, tiene un año más. Por qué hablo de estos cotilleos aparentemente sin importancia? Sencillamente porque me sentí plenamente identificado con todos estos personajes en el ocaso. Si yo fuera cineasta, y pudiera hacer una película, haría exactamente la misma que ha hecho Guédiguian, con gente de mi generación, y contaría lo que nos pasa a todos en esta crítica edad. Intentaré dejar a un lado tanta empatía para hacer una pequeña reseña de la historia. Dos hermanos (Ariane y Jean Pierre) llegan a la casa del padre, en la costa, donde vive con el hermano mayor (Meyland), porque ha entrado en una fase de premuerte o inconsciencia total. Jean Pierre Darrousin, el segundo hermano, llega con una novia jovencísima, en un claro intento por su parte de mantenerse a flote, aunque el agua le llegue a la barbilla. Los dos hermanos cosmopolitas, que llevan muchos años alejados de la casa del padre, se integran a regañadientes en la vida pequeña del pequeño lugar. La cotidianidad tranquila y tal vez aburrida les hace conectar con su pasado de jóvenes en ese lugar y darse cuenta, en una especie de serena epifanía, que el mundo ya no les necesita, que nos les echará de menos si deciden quedarse junto a su padre moribundo o más bien, muerto ya, a languidecer íntimamente, sin los aplausos del mundo. La película también cuenta, tangencialmente, una emotiva y dramática historia de amor de una pareja de ancianos. En torno a la familia protagonista se mueven algunos personajes más, interesantes todos ellos, como la novia joven del segundo hermano (Jean Pierre) que, naturalmente, se marcha porque es el momento de construir su vida de verdad. Confiesa al hermano mayor que no puede quedarse a sentir pena por él, por su ornamental (era un profesor brillante) y decadente novio. Lo que hacen todos en esos días se desarrolla creíblemente, sin aspavientos ni desesperación, a pesar de que todos los elementos con los que juega Guédiguian remitan al ocaso, al viaje sin retorno hacia la vejez. Todos ellos, y especialmente Ariane y Jean Pierre, sienten la tremenda inseguridad que les provocan sus avejentados cuerpos, sienten la parecida timidez que pueden sentir los adolescentes al contrastarse con otros cuerpos y otras vidas. Parece que a Guédiguian le haya salido la película sola, sin esfuerzo, solo colocando la cámara delante de los actores y de sí mismo. Película inteligente, sensible, emotiva y sabia. Necesaria para gentes como ellos, actores y director, que parecen sentirse cómodos y cómplices en la representación, así como para todos nosotros, los sexagenarios.

Pepe Fuentes ·