24 SEPTIEMBRE 2018

DIGRESIÓN CATORCE (1).  Un enemigo del pueblo, de Henrik Ibsen. Adaptación libre y dirección de Álex Rigola. Intérpretes: Nao Albert, Israel Elejalde, Irene Escolar, Óscar de la Fuente y Francisco Reyes. Teatro Pavón Kamikaze, Madrid (8/9). El señor Rigola es partidario de provocar la participación del público. Esa ha sido su propuesta para la escenificación de esta obra. No salió mal del todo, al menos el ocho de septiembre, a pesar del alto riesgo de que los espectadores nos desmadráramos. Prueba a eliminar la cuarta pared, y propone participar y votar, votar mucho. Dice: “He convertido el patio de butacas en una esp­ecie de ágora en la que los actores exponen los hechos y el público debe emitir su dictamen con una votación real”. El señor Rigola dimitió de la dirección de los Teatros del Canal el año pasado, como protesta por la “violencia ejercida contra los ciudadanos catalanes”, sus paisanos, por votar en un referéndum soberanista ilegal. Sobre este supremo gesto propio, dice: “… fue un gesto necesario. Para mí, necesario. Conmigo mismo. Yo tenía que tomar una posición a partir de lo que había sucedido ese día”. Obviamente, para el señor Rigola es muy importante un cierto rigor y coherencia ética y eso es de agradecer, naturalmente. Pero, otra cosa muy distinta, son las percepciones u opiniones sobre la salud democrática del estado; a saber, El señor Rigola, en una entrevista dice cosas como: P: ¿Hay fascismo asumido en España? R: “Sí. Claro”. O, P: Entonces, ¿Franco no ha muerto? R: “No, no. Por supuesto que no”. Diferimos radicalmente. Claro, está vivo para ti, porque gente como tú lo sacáis a pasear todos los días. No sé qué extraños fantasmas alimentan sus ensoñaciones, o tal vez sean impotencias, y siempre se da entre gentes de “izquierdas” o, como ellos se definen, “progresistas”. Pero no, señor Rigola, Franquito está muerto, muy muerto, porque si no fuera así estaríamos arreglados, nos lo mereceríamos por darle una importancia como ideólogo y líder que nunca tuvo (solo fue un astuto y eficacísimo detentador de poder omnímodo e injusto). Me parece que esta sociedad, nada menos que cuarenta y dos años después, ha olvidado el siniestro legado del dictador. Hasta su momia ha olvidado. Sin embargo, en otros aspectos, puedo estar de acuerdo con el señor Rigola, a pesar de sus contradicciones (la gente de izquierda con ribetes independentistas suele amar las banderas, son su razón de ser): P: ¿Quién es hoy en España el enemigo del pueblo? R: “El enemigo del pueblo somos cada uno de nosotros y nuestra cobardía. Principalmente, nuestra cobardía. También para mí son enemigos los nacionalismos. Todos. Todos. Las banderas. Todas.”