UN VIAJE LEJANO, nada menos que a China (9) … Sábado, cuatro de agosto. A las ocho dejamos el hotel de Pekín. Felipe seguía persiguiendo quimeras en su móvil, o tal vez fuera la felicidad, aunque más bien me inclino por algún estúpido videojuego. La agencia china que habíamos contratado, con el dichoso Felipe al mando, nos había programado un recorrido en un tradicional triciclo (movido por un esforzado pedaleador) por un barrio popular que no lo parecía, sino simplemente pobre. No tuvo ningún interés, calles feas, estrechas, desiertas y polvorientas. De insuperable fealdad. Era curioso: en algunos tramos había gente (parecían vecinos del barrio) barriendo el polvo y limpiando con desgana, con un capataz que supervisaba. El hombre que nos transportaba, de mediana edad tirando a viejo, pedaleaba con una cierta dificultad, despacio, y no creo que lo hiciera para que nos recreáramos con la fealdad de las calles, sino por alargar una experiencia de por sí insustancial, absurda. Al idiota comienzo de la mañana había que añadir el ridículo que sentíamos por ser transportados con pesadez y esfuerzo, como si fuéramos impedidos o bobos turistas haciendo de bobos turistas, que lo éramos. Las gentes que barrían paraban y se nos quedaban mirando como si vieran una pretenciosa atracción de feria. De ese estúpido momento no tengo fotografías así que coloco una, realizada el día anterior, de un demonio chino escondido entre unas piedras, que solo yo o mí vieja cámara pequeña fuimos capaces de ver…
9 OCTUBRE 2018
© 2018 pepe fuentes