11 OCTUBRE 2018

UN VIAJE LEJANO, nada menos que a China (11) … Comimos, y ya está. No fue una experiencia gastronómica inolvidable, aunque el pato estaba bueno. Felipe nos esperaba a la salida del restaurante. No nos contó nada de los orígenes y la evolución gastronómica y social del pato y la laca y nosotros no preguntamos, luego empatamos a indiferencia. El plan de esa tarde era viajar a Xi’an en tren. Felipe y su móvil nos dejaron en la puerta de la estación con instrucciones de lo que teníamos que hacer. La distancia kilométrica entre ambas ciudades era de 1.144 Km (muy lejos), y tardaríamos en torno a seis horas. Para empezar, tuvimos que aguantar una espera de tres horas en una sala abarrotada de gente. En ese preciso instante tuve una iluminación: le dije a Naty que, decididamente, viajar está muy sobrevalorado. Luego, hora tras hora en un tren, hasta seis, en las que vimos cientos de torres de pisos de varias decenas de plantas (los mil cuatrocientos millones de chinos necesitan millones de pisos donde vivir). A pesar de que el tren era bastante cómodo, el tiempo que permanecimos en él fue extenuante. Llegamos bien, de noche ya. Nos esperaba nuestra guía en Xi’an, que se llamaba Rocío, elección en clave andaluza de su nombre chino, según nos dijo. Mujer joven, bastante guapa, simpática y atenta. El reverso de Felipe y su móvil. Del aeropuerto a la ciudad nos contó con finura histórica y sociológica la evolución cultural de la provincia y de la ciudad. Un lujo de guía. Cenamos en el hotel una hamburguesa y nos retiramos a dormir. Había sido un día esforzado y estúpido, sin nada relevante que recordar…